La tarde huele a vainilla,
a silencios, a almas arrepentidas
entre lo incómodo de la despedida.
Hay un terremoto que viene al galope de
un caballo,
de una caballona de tacones,
de turbante morado,
de panes al vapor.
Y hay también pequeñas risas
que suben en los hombros
de espaldas tatuadas,
alegrías que se esconden
trás pláticas de madrugada
Se acerca el final
en el té de las cinco,
en el pan con miel,
en tus ojos oscuros
que no sé si se quedarán.
Preparo el requiém
por si fuera necesario,
por si quiero que te vayas
o decides no quedarte.
¿Y la espuma de la tarde?
¿Y la lluvia en tu cabello?
¿Y la luna en tu ventana?
Todo me lo bebo,
bienvenido lo que venga,
si fuera tu amor
o si fuera tu ausencia.