Pasó que en algún momento de la noche mi mente se fue. Sentada a mitad de las que fueron tus gentes, volví a los 20 y como hacía años no, te añoré junto a mí. Una vez más de aquellas anécdotas que me supe por tu boca, una vez más de encontrarte en los gestos de otros, una vez más de escuchar tu nombre por otros, que no son míos, que fueron tuyos, que saben más de ti que de mí. Una vez más de querer no querer y querer quererte como nunca, para que nadie cuestione aquello y que todos sepan que siempre te quise menos, pero hasta tú sabes, te quise mejor.
Una vez más de que me pregunten por ti y yo solo pensar que no hay palabra, que no, no fuiste lo que pensaron, que fuimos más pero también menos de lo que parecía, y que como dije en voz alta, no lo entenderían.
Luego volví a los 30... porque la nostalgia no es eterna, y porque a decir verdad, no hace falta que estés o sigas. De tu andar distraído, de tus bostezos en gritos, de tus pláticas de helio que aún recuerdo, de tu: mi linda señorita, de todo aquello bueno y malo que me dejaste y que yo aprendí y entendí como grandes lecciones de vida, porque a decir verdad, ya no haces falta, ni que estés ni que sigas.
