(Semanario III)
Es verdad que lloré abrazada a ti
en la escena más ridícula
que mi vida pudo tener,
se trataba de intentar decidir:
apostar al amor o valientemente huir,
en un fingido intento
cuando desde el sábado
tomaste la decisión.
Por eso arrastré mi tristeza
de estación en estación,
no nos vimos partir
ni escuché tu adiós,
pero en definitiva,
ese viernes me marcó.