Después del viaje largo, las cenas con peleas, los desvelos a tu lado, las caricias silenciosas, las mañanas frías, la despedida obligada, los besos que quito de tu boca y los años de creerlo, pensarlo y suponerlo, lo sigo creyendo, pensando y suponiendo.
Me gusta encontrarme en tus ojos
inesperadamente, tranquilamente.
Cuando las palabras se nos acaban
y los silencios necesarios inician.
Cuando, sin darnos cuenta,
ya estamos agarrados de la mano
o dormimos abrazados.
Y luego vienen las pláticas largas
con risas y llantos, y escenarios dramáticos.
Y luego vienen los recorridos fríos,
calurosos, lluviosos, nublados.
Y nos comemos el mundo a pasos agigantados.
Y recorremos la noche con bocados irresponsables.
Me gusta cuando soñamos juntos,
a veces dormidos, a veces despiertos,
a veces sin sueño y sin miedo.
Cuando de vez en cuando
cambiamos de cuerpo.
Cuando con tus besos, sin darte cuenta,
me regalas de a poco tu alma.
Y luego viene la comida con pastel,
la cena con velas,
los abrazos con suspiros,
y mi traicionero corazón delator.
Y siento tus tristezas que arrastras por todo el piso,
y calmas mis miedos que guardo bajo el colchón.
Me gusta cuando recorro tu mundo desnuda,
porque no tengo pena que me veas tal cual soy.
Cuando de la misma forma, te despojas de todo
y andas rodando por toda la habitación.
Y luego vienen los sentimientos que sobran,
las cursilerías que callo y ahogo en la laringe.
Y luego vienen tus besos despacio
y la mentira de que no sientes celos de mí.
Y finjo que entiendo todo, te abrazo y me voy.
Y sueño con cambiar tus sentimientos, y guardar
tus modos y tu voz.
Me gusta cuando entre todo lo que hacemos
pienso que cada día nos acercamos más al amor.
Cuando distraídamente arranco “te quieros”
de tus labios, tus manos, ¿tu corazón?
Y luego vienen las esperanzas falsas,
la creencia de que pronto (algún día) pasará.
Y luego viene la mañana siguiente,
el desayuno con leche y sin cereal.
Y nos despedimos entre besos y abrazos con calor,
Y seguimos con esta amistad, rozando casi el amor.