Esta vida tan plácida me extingue...

De pequeña quería ser un ser ruidoso y decorativo...

domingo, 29 de enero de 2012

Mi pinche amiga

Es de sobra decir que no se consiguen en todas partes, no se venden en los mercados, o en las cafeterías… Sólo un día llegan y les da por instalarse en tu vida… Esas grandes pinches amigas. Para la mía personal: Brenda, porque no olvido todas las cosas que hemos hecho juntas desde que nos conocimos.
Mi pinche amiga y yo...

Yo no te adiviné como mi amiga, 
yo no te propuse como parte de mi vida, 
yo sé bien que fue la soledad de las dos la que nos unió, 
yo sé bien que existía un gran margen de error.

Ya entiendo que la vida se equivocó, 
y le agradezco su error, ese de ponernos en mundos paralelos 
cuando la realidad era que no había punto de fusión.
Y callaste mis gritos, y llenaste un vacío, 
pero no te sientas tan importante, conozco tú egocentrismo. 

Y que quede claro que yo también te he cambiado, 
y lo digo con orgullo… ya sé, junto a mi tú has aprendido. 
Y sí, que me culpen de tus kilos de más, y de las groserías en tu boca, 
yo te acuso de ser mi alcahueta personal y hasta de actriz loca. 

Ya sabes perfectamente lo que digo, 
Mi pinche amiga, y que quede claro, en el buen sentido, 
la que me acompaña en madrugadas de frío, 
en los cafés y chocolates, dulces y bombones y helados derretidos, 
tú, esa que odia algunos de mis sonidos. 

Mi pinche amiga, la que tanto ofendo 
por que tanto me ha ofendido… 
Que me consuela en silencio, que me escucha en mis gritos. 
Y cuántas veces nos hemos perdido, y cuántas nos hemos reído. 

Y ahora no me vengas a agradecer este escrito, 
tú no vas bien con eso de decir cosas bonitas o llamarme nenita, 
¿ves? nosotros sólo nos entendemos, hasta cuando no emitimos sonidos. 
Mi pinche amiga… y sabes que junto a mi te ves más bonita. 

Y lo admito a voces sueltas, para que todos lo sepan, 
yo no podría tener mejor amiga, que me escuche sin juzgar, 
que me entiende aunque no haya entendido, 
que se quede a mi lado como siamesa hasta cuando no hay qué jugar, 
Esa, que a veces me oye llorar. 

Entonces qué te parece si hacemos una promesa, 
aunque no la sellemos con baba, ni la hagamos personal, 
tú te quedas, aunque te llegues a ausentar de a poco, en mi vida, 
y yo te regreso el favor y por siempre somos mejores pinches amigas.

martes, 17 de enero de 2012

Mi hombre alado

Un hombre alado, extraña la tierra; un hombre alado, extraña la noche.  (La ciudad de la furia).
Yo escondo un hombre alado en mi habitación.
Lo oculto para que nadie se lo quiera llevar.
Duerme a mi lado, noche a noche.
Oscuro, perverso, maligno, simplemente bello.

Mientras nadie nos oye ni nos ve
nos contamos secretos, hacemos rezos,
rezos con nuestros cuerpos.

A veces extiende sus alas y pican mi cintura,
acarician mi espalda, me deleita su hermosura.

A veces me lleva a volar por la ciudad,
y luego al amanecer aterrizamos.
8 horas no son suficientes para estar a su lado,
necesito un poco más, una vida quizás.

Yo escondo un hombre alado en mi habitación.
Duerme sobre mi pecho, conozco el peso exacto de su cuerpo.
Desnudo levita, desnudo siempre me invita.

Hay noches que me desnuda, le gusta que el frío
se cuele por mis poros y suplique su calor.

¿De dónde viene mi hombre alado?
No es un ángel, no viene del cielo,
viene de abajo, de un lugar llamado infierno.
Ha venido a la tierra a habitar mi cuerpo.

Su malicia me envuelve, su danzar.
Luego me hipnotiza, a ratos me enamora
y caminamos emborrachando la ciudad.

¿Me pregunto qué querrá de mí?
¿Me pregunto si me amará?

Juntos inventamos un nuevo lenguaje,
nos hablamos tocándonos la piel.
Mi hombre alado a veces me hace llorar,
a veces me da besos sabor a miel.

Yo le digo que esto no es sano,
mi mortalidad no me dio alas para volar,
y entonces calla mi boca y me empieza a asfixiar.

Tengo miedo de que un día me llegue a matar.
Tengo miedo de que yo, un día lo llegue a asesinar.

Pero lo sigo ocultando.
No quiero que nadie me lo quiera quitar,
que se quede siempre a mi lado,
mi hombre escurrido, flaco, alado.

sábado, 14 de enero de 2012

Si me retracto

Nunca dejo de lado la flaqueza de mis palabras, ante la flaqueza de tus huesos.


Sólo por si acaso, por si un día me retracto,
y me voy descalza, desesperada a buscarte,
y llego a alcanzarte y abrazarte.

Por si me doy cuenta de que no sé,
y no aprenderé a olvidarte y borrarte.
Guardo las medias y el vestido.
Y cruzo la ciudad a media noche en metro
y corro sin parar hasta encontrarte.

Por si un día me retracto
y jamás agoto las ganas que tengo de ti,
y acepto con recato lo que tú dices sentir.

Sólo por si acaso, sigo guardando
las medias negras y las velas sin prender,
y mis labios rojos y el árbol de navidad,
y el vestido negro y las manzanas sin morder.

Y hago este escrito pidiendo disculpas
                                          por adelantado.
Suplicando tu piedad ante mi crueldad.

Sólo por si acaso, pido disculpas
                                         por adelantado.
Si me retracto no pediré permiso
para volver a dormir en tus brazos.

martes, 10 de enero de 2012

Lo común que soy


Mientras andaba por aquí y por allá, y me sentaba en lo más alto de la ciudad, vino este pensar a mi cabeza.
La misma calle...
Este pensamiento viene a mí,
entre paso y paso, y mi andar distraído.
Veo la ciudad, mi hermosa ciudad,
y vuelvo a creerlo, a sentirlo.

Admiro pasar desapercibida
entre tantos que también caminan,
que andan con locura, amor, calma,
que esconden sentimientos, historias, su vida.

Observo mis zapatos que me parecen cursis,
que a ratos me lastimas, como si estuvieran
enojados de que no los uso tanto.
Me adelanto, me detengo, sigo caminando.

Qué común soy, que transparente, que igual.
Qué grande y pequeña, qué intranquila.
Respiro, profundo, como si nunca antes
hubiera podido hacerlo, asombrada.

Y ahora me pierdo,
en la misma calle de siempre,
en el mismo lado,
en el mismo cielo.

Nadie como yo
y todos tan iguales.
El mismo lugar
ahora diferente.

Y me veo vestida de pantalón azul
y mi blusa de tirantes negra,
mi ropa desgastada y mi alma,
a veces cansada, a veces lustrada.

Sigo caminando, como ayer,
como lo haré después.
Amo pasar desapercibida.
Qué hermoso es estar perdida.

Y perdida verdaderamente,
sin control, ni en mis  pequeños pasos,
ni en mis grandes y locos pensamientos,
brincando de cuento en cuento.

Y ahora  me siento
en esta silla roja,
de poca ergonomía,
tan igual que la amarilla.

Siempre igual,
siempre yo,
pero tan cambiante,
tan distraídamente cambiante.

Me quedo, ya no sé dónde voy.
Qué exquisito sentir lo común que soy.

lunes, 2 de enero de 2012

Frío


El primero del año...
Con frío en el cuerpo, de vez en cuando en mi ser.

Qué ganas de estar todo el día así.
De morirme de frío y placer,
qué ganas de que mis dedos sigan congelándose,
y mi alma pida a gritos café.

Y qué fortuna, este cierzo que cala en mí,
que va cuarteando mi piel
y me eriza el cabello, y se mete
sin pedir permiso en todo mi cuerpo.

Que siga, que me mate, que me llene,
que entumezca mis días
y me dé de lleno en la cara.

Que ganas de toda una vida así,
con este frío insoportable,
que de a poco me deja escribir.