Dedicatoria: implícita.
Los sueños como dulce
realidad llegan a calmar la sed.
Estoy en el umbral de
la fantasía, en el mundo de las hadas,
en el boulevard de la
perdición, en donde el tiempo se conjuga diferente
no hay ahora ni hoy...
Y has venido hasta aquí.
Nubarrones de agua
clara se entrelazan para hacer señoras tormentas,
para crear chubascos,
aguaceros, brisas perfectas,
para dar aviso a lo que
viene, a lo que se aproxima,
al encuentro que nunca
se da,
que no existe en esta
realidad.
Podemos hacer intentos
de recuerdos,
menciona mi nombre
despacio,
sóplalo al viento para
que llegue hasta a mí,
y descansa,
aparece por casualidad
con tímidos acercamientos,
con dulces tactos, con
ajustados abrazos,
no digas palabras en mi
idioma,
enséñame nuevos
lenguajes, claros, sin excesos,
sin figuras poéticas o
enredos matemáticos.
Sé por un instante un
acierto en mi vida...
Un equívoco desajuste
de sentidos,
el cliché del antes y
el después,
la responsabilidad que
tenemos ambos de seguir así
y regresar a la
realidad justo cuando uno menos quiere.
Tu nombre ya me lo
aprendí,
tus sentados, tu
sonrisa,
los gestos de tu rostro
que se vuelven un imán para mis ojos,
y yo, yo seré lo que
soy,
tu poeta de medio
tiempo, tu escritora de ratos libres,
tus oídos en los míos,
unos pies de bailarina
de música desconocida,
la que te sueña y te
trae a sus sueños,
la que te escribe por
las tardes mientras siga lloviendo,
la que te espera entre
el farol y el sofá.
La señora de Torres,
del brandy que tanto te gusta,
de los atributos que me
tomo sin tener derecho,
ni de ti ni de un
nosotros,
ni de una vida en un
poema, o en sueños,
o en un enero que
detiene el tiempo.
Ya no hay nubes, ya no
hay sol, ni luna,
ni boulevard, ni
umbrales,
ya no hay nada para lo
que no somos ni seremos...
por lo mietras,
mientras todo pasa y se cierra el pacto
y se da el encuentro y
se ajusta las historia
y te toco los labios y
el cabello,
sigue aquí, sólo en
sueños.